Hay gente que se pasa la vida sembrando...

CAMAROTE DARK SIDE OF THE MOON

HAY GENTE QUE SE PASA LA VIDA SEMBRANDO

X MARIFER FORSBACH


Fastidiada de la monótona rutina que había adoptado después de que nos separamos, decidí por fin lograr lo que tú nunca quisiste hacer conmigo: crear vida. Lo primero que pensé fue que necesitaba una pareja con quien procrear a mi hijo, pero después de haber analizado las opciones que tenía de los candidatos, sucedía que o cía en el incesto o podría ser que mi hijo saliera con alguna deformidad poco deseada. Fue justo cuando creí que mi anhelo sería frustrado de nueva cuenta, que la solución cayó en mis manos: en la televisión se anunciaban con pompo y platillo semillas para sembrar seres humanos a elección: raza, cualidades, etc. Convencida de que era la mejor solución, fui al mercado y conseguí las mejores semillas de hombres que mi tarjeta de crédito podía pagar. Me quedé casi en la quiebra, pero valía la pena. Imaginaba en el camino de regreso a casa si la raza que había comprado para sembrar era la mejor, y cómo saldrían mis pequeños. Llegué y me puse apresurada los guantes especiales que venían de forma gratuita como parte del kit de cultivo. Abrí la puerta del patio y vi con ojos nuevos mi jardín de geranios. Decidí darle espacio, así que arranqué los geranios que me habían acompañado mientras aún vivíamos juntos los dos y los quemé.

Trabajé esa tarde la tierra como nunca antes. Cuando por fin estuvo removida, abrí nerviosamente el sobre donde aguardaban los embriones. Los tomé entre mis manos y les di un beso maternal. Los enterré y les di agua.

Ya era tarde cuando acabé el proceso y estaba muerta de cansancio, así que volví a traspasar la puerta que dividía el patio de la casa. Me quité la ropa, me di un baño, e inmediatamente después me quedé dormida en la habitación que colindaba con el jardín. A las 3 de la mañana sonidos que asemejaban a peleas entre gatos callejeros me despertaron. Bastante cansada y con los ojos cerrados, me levanté al patio furiosa. Recogí una roca del suelo y la aventé con toda mi fuerza a donde había movimiento según lo que mis ojos, un poco pegados por el cansancio y las lagañas, pudieron apreciar.

El volumen de los maullidos aumentó y sin saberlo cómo me encontraba ahí aventando las herramientas que habías dejado en el patio el día que te marchaste. Martillos volaron y uno que otro desarmador. Los quejidos cesaron y mi mente me guió a donde debía estar: mi placentera cama. Media hora después de haber vuelto a conciliar el sueño, el ruido se intensificó y mi irritación también. Intenté todo para no escucharlo más, hasta que decidí arrancarme las orejas. La coloqué en una tabla y volví a la cama. Pude por fin dar seguimiento a mis sueños donde todas mis necesidades y deseos eran domados. Fue una larga noche.

Me levanté a las 4 de la tarde adolorida del cuerpo. No había oído el despertador y ese silencio que me rodeaba me parecía desquisiante. Recapacité y fui a donde había dejado las orejas y me las incrusté de inmediato en su lugar. Recobré conciencia de los hechos acontecidos la noche anterior: el porqué no pude dormir, la lluvia de utensilios en el jardín… el jardín, los bebés… ¿los bebés? ¡Maldición! ¿Qué hice? Corrí exasperada al jardín donde el hedor ya se había propagado. Ante mis ojos, una masacre descomunal: de la tierra habían brotado pequeños bebés unidos a ésta por un cordón umbilical, los cuales unos yacían de color amarillo, deshidratados, gimiendo y otros se hallaban ya chamuscados. En medio del jardín, un par de gemelitas llenas de moscas, desangraban partidas por un martillo que atravesaba sus cabezas. -¡Chingados! ¿Qué hice?- pensé. ¿A quién se le ocurre comprar semillas sin garantía? ¿Quién iba a suponer que tan rápido germinaran?

Un poco consternada, me puse a remover los objetos aventados la noche anterior, junté los cadáveres y los cuerpos moribundos de los bebés con un aire triste en una pila. Tomé un bote de gasolina, los bañé en ella y les dije adiós mientras les prendía fuego. Mientras los veía consumirse, en mi mente se oía una voz que decía: "Qué lástima. Siempre quise tener gemelitas. Bueno, así es la vida. Ya sembraré geranios".

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Éste es un escrito que me envió hace tiempo la mariposita n_n y me gustó para compartirlo con ustedes.. jeje yo sólo soy mensajera xDD